El propósito de este curso: Querido docente: Estás entrando a una formación maravillosa a través de un curso sobre cómo construir de manera humanizante, el vínculo educativo en una perspectiva muy particular de la educación teresiana. Queremos que te reconozcas como educador y que te sensibilices con tu hacer cotidiano como tutor. Esta realidad de acompañar personas es una verdadera aventura que vale la pena pensarse, vivirse y sentirse en plenitud. Si nosotros como seres humanos no tenemos la experiencia del reconocimiento de los otros sobre nuestro ser, perdemos el horizonte y rompemos ese sentido que configura la realidad de la identidad y de llegar a ser las personas que queremos ser. Por eso ir logrando en un espacio de convivencia como el escolar el laboratorio social de la vida, es la posibilidad de superar una mera interacción para inaugurar nuevas formas de relación, en la profundidad, mediadas por el afecto y el merecimiento, y luego vivir el acto celebrativo de un ágape que nos permite honrar la vida con otros, sabiendo convivir, sabiendo resolvernos en nuestras encrucijadas y aportando también a que otros puedan resolver sus vidas con efectividad y con acierto. Quisiera que pudieras reconocer el valor imprescindible de cada ser humano; que reconozcas tu propio valor como persona, y te sensibilices con una realidad que vertebra al ser humano en toda su extensión: que podamos descubrir juntos el sentido de vivir y al mismo tiempo festejar la obra maravillosa de contribuir a que los niños y jóvenes que educamos puedan desarrollar su propia identidad, su propio ser, y así logren un proyecto vital que les haga vivir con convicción y felicidad su existencia. Quisiera decirte al oído que el nacimiento de la propia interioridad, entendida como un estado de consciencia expandida que te permite ser y estar de una manera honrosa frente a los seres que educas, es una experiencia sin par. Reconocerte a ti mismo como educador, sondear tus razones y sentimientos frente a tu labor, valorar el efecto que causas en otros con tu palabra, tu mirada y tu comportamiento, todo ello va a hacer de ti un ser humano que porta huella y que deja rastro en todos aquellos que se cruzan en tu camino. El desafío está en cómo armonizas cada día tu ser, lo cultivas siendo un buen ser humano y haces el ejercicio limpio de mirarte a tus propios ojos para saber qué tantas fortalezas tienes como asesor/tutor y cuántas habrá que desafiar con nuevos caminos para mejorar este arte de educar en el desarrollo de la propia humanidad. Esta es la invitación por excelencia en este curso: si no cultivamos nuestro ser interno, no hacemos un ejercicio permanente de transformación de nuestra condición subjetiva y no perfeccionamos la labor de aportar a la construcción del proyecto de vida, la tarea como educadores se quedará en mitad del camino, pero lo más apremiante es que dejaremos de hacer bien la tarea educativa y nuestro rastro en la vida de aquellos que formamos será débil y negativa. El gran propósito es preservar los valores, determinar buen comienzo de vida y aportar a que tantos construyan su ser y se hagan seres humanos para un mundo nuevo, con carácter de ciudadanos de una tierra que merece ser custodiada con lo más excelso que hemos aprendido en el peregrinar de un tiempo valioso en la escuela. Recordemos que educar va más allá de una mera transmisión de cultura y de saberes. Cuando formamos estamos protegiendo o desentendiendo la vida de otros. Por tanto, estos chicos necesitan nuestra compañía, nuestra buena y sabia intervención en sus problemáticas. Nos asiste un imperativo de ayudarles a ser para que sensibles frente al mundo se comprometan en la transformación de una sociedad que vive momentos de gran incertidumbre y pesadumbre. Qué bueno que podamos salvaguardar todos los bienes de esta tierra que nos han sido donados. Los vínculos afectivos y éticos son condiciones para una educación que vuelca todo su interés en cada ser humano singular, porque cada uno es especial en su propia condición. El acompañamiento y la experiencia de ser tutor/asesor, es una exigencia esencial para formar seres con sentido de vida y con un proyecto de humanidad. “El otro se convierte en prójimo, pero éste no es un mero próximo, sino aquel a quien el amor se aproxima, sale a su encuentro. El lenguaje más propio del ágape es la alabanza que expresa el regocijo por el otro visto como más elevado. Un buen ejemplo es el himno al amor de San Pablo (I, Cor., 13). A su vez, puede adoptar la forma de una celebración en optativo como el Sermón de la montaña: «Bienaventurados los que (.)”. Cfr. Ricoeur, Paul, CR., p. 281.